Que a veces es necesario sentarnos con nosotros mismos, mirarnos el alma desnuda y descubrir nuevos retales en el cuerpo. Sonreír con la música apagada y poder llorar como niños pequeños, mientras escuchamos esa canción viajando a un nuevo mundo donde la inocencia no se mezcla con las luces de neón, donde no hay despertadores que te interrumpen en la mejor parte del sueño.
Hoy me siento un poco más mío, con los bolsillos llenos de arena y mis libretas con menos espacios en blanco. Hoy me hago regalos por esas heridas que no consiguieron hacernos víctimas del bien y del mal.
Que la vida a veces avanza como una puta peli en slow motion, como las estaciones pasando muy lento. Pero un día pasa la primavera, que no me altera la sangre, pero sí las ideas… y llega el verano. Con sus noches de terrazas y risas descontroladas, que ya habrá tiempo para dormir despiertos los domingos por la mañana.
Bajo el sol, las cosas siempre parecen diferentes.