Nadie me dijo que sería fácil, nadie coge sus cosas y se va a empezar de cero con todo hecho, incluso por mucho equipaje que dejes atrás.
Me vine a Barcelona con lo justo: maleta, trabajo, ilusión y sobretodo mucho miedo. ¿Por qué viajar con miedo? Algunas personas estamos cómodas con el miedo en el bolsillo, como inyección de adrenalina cuando el cuerpo no responde, cuando te falta el aire para seguir caminando. El miedo no es malo, significa una respuesta racional a lo desconocido, pero podemos alimentarnos de ese miedo para tomar el impulso que a veces necesitamos.
Fue duro dormir bajo un diferente manto de estrellas, lejos de las olas del Océano Atlántico y el frío de Galicia. Fue duro no ver todos los días ciertas caras que siempre te sacaban una sonrisa, voces en el bar que te hacían reír más alto que la música que nunca deja de sonar.
Me vine escapando de algo, de alguien o puede que huyendo de mí, de en quién me estaba convirtiendo. Por volver a enterrar mi corazón en algún lugar seguro, donde nadie lo pudiese arreglar para volver a romper en mil pedazos. Pero hay cosas de las que no podemos escapar, porque por mucha distancia que haya entre el cielo y el suelo, lo que tenemos dentro no lo podemos cambiar de un día para otro.
Así que voy caminando despacio, viendo las calles llenas de gente nueva, llenas de vida, de historias que Barcelona todavía me tiene que contar. Calles tan vacías de recuerdos, que la vida me parece un cuaderno en blanco que tengo que empezar a escribir.
Empezar de cero puede sonar aterrador sobre el papel escrito, pero a veces es la única forma que tenemos algunas personas para reinventarlo todo sin perdernos por el camino.
Reblogueó esto en Paso de tu Rollo Imaginario Blog.
Me gustaMe gusta